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Narcisismo a la carta: entre el trauma emocional y la cultura del diagnóstico exprés

Dra. Kristal M. Rivera

Por: Dra. Kristal M. Rivera, Ph.D.
Psicóloga Licenciada
Centro Psicológico Conductual del Caribe

Amar a alguien no debería doler. Pero a veces duele. Duele en forma de indiferencia, de palabras que desvalorizan, de promesas vacías, de exigencias que agotan. Muchas personas llegan a consulta sin poder explicar lo que vivieron. No hubo golpes, pero sí hubo daño. Un daño que va calando en la autoestima, en la confianza y en la percepción de lo que uno merece. En esos relatos aparece un patrón que merece ser atendido con seriedad: relaciones marcadas por rasgos narcisistas.

Cuando estos rasgos se hacen presentes de forma sostenida, las relaciones pueden tornarse emocionalmente abusivas. El vínculo se construye sobre una base desigual: una persona absorbe la atención, demanda admiración constante y niega responsabilidad, mientras que la otra se esfuerza por sostener la relación a costa de su bienestar. Esta dinámica puede provocar síntomas emocionales profundos, como ansiedad, confusión, aislamiento, insomnio y pérdida de identidad personal.

Estudios recientes han demostrado que las personas que han convivido o mantenido relaciones estrechas con individuos que presentan narcisismo patológico suelen experimentar consecuencias psicológicas significativas. En una investigación cualitativa realizada por Day, Townsend y Grenyer (2020), se describen testimonios de quienes han estado expuestos a dinámicas relacionales marcadas por la manipulación emocional, la desvalorización constante y el control. Estas experiencias derivaron en afectación emocional duradera y una profunda sensación de ambigüedad afectiva.

Lo más complejo es que, muchas veces, este tipo de relación no comienza de forma agresiva. Al inicio puede haber gestos intensos, muestras de admiración y conexión rápida. Pero con el tiempo, esa aparente idealización da paso a la frialdad, la crítica constante, el retiro afectivo o el castigo emocional. La persona afectada comienza a dudar de sí misma, a justificar lo injustificable y a perder claridad sobre sus propios límites.

Dar nombre a estas experiencias ayuda a resignificarlas. Es comprensible que muchas personas utilicen el término “narcisista” para describir lo vivido. No obstante, es importante hacerlo con responsabilidad. El narcisismo no debe convertirse en un insulto ni en una etiqueta que se impone sin comprender su complejidad. El diagnóstico clínico solo puede ser establecido por profesionales de la salud mental licenciados, mediante una evaluación adecuada.

Según Pincus y Lukowitsky (2010), el narcisismo patológico no se limita a la grandiosidad y la arrogancia. Muchas veces, esta personalidad también incluye una dimensión vulnerable marcada por una profunda inseguridad, miedo al rechazo y una necesidad excesiva de validación. Esta coexistencia de extremos puede hacer que la persona afectada oscile entre la esperanza de cambio y la desilusión constante, generando un lazo emocional difícil de romper.

Eso no significa justificar el daño recibido. Nada excusa la manipulación, la desvalorización o el abuso emocional. Pero comprender que estamos ante un patrón relacional complejo nos ayuda a salir de la culpa y a dejar de normalizar lo que no es sano. Es importante diferenciar entre comportamientos heridos y patrones destructivos. Y para eso, el acompañamiento profesional puede marcar la diferencia.

Muchas personas que han atravesado relaciones de este tipo expresan sentirse emocionalmente rotas, desconectadas de sí mismas, con dificultad para confiar o establecer nuevos vínculos. Algunas incluso presentan síntomas asociados al trauma relacional. Por eso, buscar ayuda psicológica no solo es válido, sino necesario. No para “etiquetar al otro”, sino para comprender, sanar y reconstruirse.

Hablar del narcisismo con responsabilidad es una forma de proteger a quienes han sufrido en silencio. Es también una manera de devolverle al lenguaje clínico su lugar: no como arma, sino como herramienta de comprensión. No todo vínculo doloroso se explica por un trastorno de personalidad, pero cuando se repiten ciertos patrones, el malestar merece ser atendido, validado y acompañado.

Salir de este tipo de dinámica no es sencillo, pero es posible. Requiere tiempo, apoyo y, sobre todo, la certeza de que no estás sola ni solo. La salud mental comienza en el momento en que te das permiso para sentir y para comprender lo que has vivido. A veces, ese primer paso no es entender al otro, sino reencontrarte contigo.


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