Por: Dra. Montserrat Rodríguez

Médica y Nutricionista Transformadora
“Doctora, no sé qué me pasa… estoy agotada, se me cae el cabello, tengo niebla mental, y aunque mis análisis salen ‘normales’, yo sé que algo no está bien.”
Así comenzó la consulta con Mariela, una mujer de 48 años, activa, profesional y elegante. Cuando entró al consultorio se veía impecable: su rostro sin arrugas, su ropa perfecta, su perfume delicado. Pero detrás de todo eso, había un cuerpo profundamente inflamado y un sistema inmune que pedía auxilio a gritos.
Conversando, descubrimos algo que ella nunca había relacionado con sus síntomas: durante los últimos tres años se había colocado Botox cada tres o cuatro meses, religiosamente. No uno ni dos puntos… zonas completas: frente, entrecejo, cuello y mandíbula.
Al revisar su historia clínica, síntomas y marcadores de autoinmunidad, entendí lo que estaba pasando. Y por eso hoy quiero hablarte a ti, que tal vez también estás lidiando con hipotiroidismo, Hashimoto u otra enfermedad autoinmune. Porque esta historia no es solo de Mariela… es la historia de muchas.
¿Qué es realmente el Botox?
El Botox es el nombre comercial de la toxina botulínica tipo A, una neurotoxina purificada que, en su forma natural, puede causar botulismo: una enfermedad grave que provoca parálisis muscular e incluso riesgo de muerte.
En medicina estética, se aplica en microdosis para paralizar temporalmente músculos faciales. Pero aunque esté purificada, sigue siendo una proteína neuroactiva, y su uso repetido puede tener efectos sistémicos, especialmente en personas con el sistema inmune comprometido o desequilibrado.
¿Y qué pasa si tengo una enfermedad autoinmune?
Cuando el sistema inmunológico está alterado —como ocurre en la tiroiditis de Hashimoto, lupus, artritis o fatiga adrenal crónica—, cualquier estímulo neurotóxico puede encender aún más la inflamación.
El Botox no solo paraliza músculos. También puede:
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Interferir con neurotransmisores que regulan funciones hormonales.
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Alterar la comunicación entre el hipotálamo, la hipófisis y la tiroides.
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Estimular la formación de anticuerpos neutralizantes, que el sistema inmune puede interpretar como “enemigos”.
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Generar síntomas inespecíficos como niebla mental, ansiedad, insomnio, debilidad muscular, caída de cabello o reactivación autoinmune.
¿Qué dice la ciencia?
Ya existen reportes clínicos, estudios de casos y advertencias oficiales que respaldan esta preocupación:
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La FDA (2009) comunicó casos de diseminación sistémica de la toxina más allá del sitio de aplicación.
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Naumann & Jankovic, Movement Disorders (2008): documentaron efectos adversos en pacientes con predisposición neurológica o autoinmune.
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Havas et al., Psychological Science (2010): mostraron cómo el Botox puede afectar incluso la percepción emocional y la función cerebral.
Aunque no todos los casos desarrollan síntomas, el uso acumulativo y frecuente parece aumentar el riesgo.
¿Mariela mejoró?
Sí. Luego de detectar esta posible causa oculta, iniciamos un protocolo de desintoxicación profunda y regulación del sistema inmune, con base en la medicina funcional. Trabajamos en:
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Apoyo hepático y linfático para eliminar residuos acumulados.
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Suplementación inmunorreguladora, con adaptógenos, antioxidantes y moduladores naturales.
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Desinflamación intestinal, mejora del sueño y drenaje de toxinas.
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Suspensión total del Botox.
Cuatro meses después, Mariela volvió distinta: con más energía, durmiendo mejor, sin niebla mental. Sus anticuerpos anti-TPO habían bajado. Y lo más importante: volvió a sentir que su cuerpo le respondía.
¿Y si no quiero verme “descuidada” al dejar el Botox?
Esta es la pregunta que muchas mujeres me hacen. Y mi respuesta es clara: hay alternativas… y muy efectivas.
1. Gimnasia facial
Estimula los más de 40 músculos del rostro, mejora el flujo linfático y activa el colágeno de forma natural.
2. Terapias no invasivas
Radiofrecuencia, ultrasonido focalizado (tipo Ultherapy) o microneedling con PRP estimulan la regeneración celular sin toxinas.
3. Nutrición inteligente y suplementación regenerativa
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Colágeno hidrolizado tipo I y III con vitamina C liposomal, biotina, silicio y ácido hialurónico.
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Antioxidantes mitocondriales como glutatión, resveratrol y CoQ10.
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Omega 3, zinc, polifenoles, cúrcuma y adaptógenos como ashwagandha.
4. Cirugía estética consciente
También puedes considerar una cirugía estética menor o mínimamente invasiva como alternativa al Botox. Una blefaroplastia, lifting suave u otros procedimientos ofrecen mejoras reales sin la necesidad de inyectar toxinas cada tres meses. Siempre que se haga con profesionales serios y con acompañamiento funcional, puede ser una opción válida y respetuosa con tu biología a largo plazo.
Conclusión: Belleza sí, pero con conciencia
No se trata de elegir entre salud o belleza. Se trata de elegir caminos que no dañen tu salud por verte bien. Si tienes una enfermedad autoinmune, tu cuerpo necesita apoyo, limpieza y equilibrio… no una toxina que lo confunda aún más.
No necesitas congelar tu rostro para detener el tiempo. Lo que necesitas es devolverle a tu cuerpo la capacidad de regenerarse y poder vivir plenamente.
Con cariño.
Para más información, drmontserrat.com