
Por: Roberto Irizarry, PsyD
Doctor en Psicología Clínica y Coach Profesional
En estos tiempos donde todo sucede tan rápido, estar conectado al trabajo casi todo el día se ha vuelto algo común. Revisamos correos en la noche, respondemos mensajes los fines de semana y, muchas veces, sentimos que no podemos desconectarnos, aunque queramos. Esto no siempre es por una exigencia directa, sino por una presión constante de demostrar compromiso.
A esta dinámica se le conoce como hipercompromiso, es decir, esa necesidad de estar siempre disponibles, atentos y listos para responder. Y, por supuesto, va de la mano con la hiperconectividad, que implica el uso constante de la tecnología para estar en contacto con el trabajo, sin importar la hora ni el lugar. Aunque esto puede parecer algo positivo, la realidad es que tiene un alto costo emocional y psicológico. Este artículo explora por qué vivir así no solo es insostenible, sino también peligroso para nuestra salud mental y nuestra calidad de vida.
La cultura de estar siempre disponibles
En muchas empresas y profesiones, estar todo el tiempo pendiente del trabajo se ve como algo admirable. Se aplaude al que responde rápido, al que nunca dice que no, al que siempre está «en línea». Pero esto ha creado una cultura que confunde compromiso con autoexigencia extrema.
Según un informe de Eurofound (2021), más de una cuarta parte de los empleados sienten que deben estar disponibles fuera del horario laboral, lo que aumenta el estrés y el agotamiento. Esta presión no siempre viene del jefe; muchas veces es interna. Sentimos que, si no respondemos rápido o no damos más de lo que nos piden, podríamos perder oportunidades o ser mal vistos. Así, el trabajo termina ocupando todo nuestro espacio mental, incluso cuando estamos físicamente fuera de la oficina.
¿Qué pasa cuando nunca nos desconectamos?
Nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan pausas, descanso real. Si estamos todo el tiempo pensando en el trabajo, incluso cuando no estamos trabajando, empezamos a sentirnos agotados, ansiosos e irritables.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) advierte que el estrés laboral prolongado puede desencadenar ansiedad, insomnio, depresión y otros trastornos. Además, uno de los síndromes más comunes en estos casos es el burnout o agotamiento laboral, que incluye sentirse emocionalmente drenado, perder interés por lo que hacemos y pensar que no servimos para nada. Esto no solo afecta nuestro trabajo, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos.
¿Y nuestra vida fuera del trabajo?
Cuando el trabajo ocupa todo el espacio, nuestras relaciones personales empiezan a sufrir. Nos volvemos menos presentes con nuestras familias, cancelamos planes con amigos y dejamos de hacer actividades que antes disfrutábamos.
Como muestra un estudio de Derks et al. (2014), usar el celular para responder asuntos del trabajo fuera del horario afecta nuestro sueño, nuestro ánimo y hasta nuestra satisfacción con la vida. Al final, terminamos sintiéndonos solos, cansados y desconectados de todo lo que nos hacía sentir bien.
El rol de las empresas: ¿qué pueden hacer?
Es fundamental que las empresas tomen conciencia de este problema. Establecer reglas claras sobre cuándo se espera que los empleados estén disponibles y cuándo no, es clave. Un artículo de Harvard Business Review (2017) señala que los equipos que respetan los límites y no trabajan todo el tiempo tienen menos estrés y funcionan mejor.
Las empresas pueden fomentar este cambio promoviendo líderes que den el ejemplo, que respeten los tiempos personales y que vean el descanso como parte del trabajo bien hecho.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Aunque las empresas tienen su parte de responsabilidad, también está en nosotros cuidar nuestro bienestar. Aprender a poner límites, dejar de lado el celular cuando termina la jornada y darnos permiso para descansar sin culpa son pasos fundamentales.
Técnicas como el mindfulness, la respiración consciente o simplemente dedicar tiempo a actividades que disfrutamos ayudan a bajar la ansiedad. Además, es importante revisar nuestras creencias: “no somos más valiosos por estar ocupados todo el tiempo”. La psicoterapia también puede ser una gran herramienta cuando sentimos que solos no podemos salir de ese ciclo de exigencia constante.
Conclusión
Estar disponible todo el tiempo no es un logro, es una trampa. Aunque parezca que estamos siendo responsables, en realidad estamos comprometiendo nuestra salud mental y nuestra felicidad.
Es momento de repensar lo que significa ser comprometido y entender que descansar, decir “no” a tiempo y desconectarnos también es parte de cuidar nuestro trabajo. Solo así podremos tener una vida más equilibrada y sostenible, donde trabajar no signifique olvidarnos de vivir.
Positive Psychology https://www.linkedin.com/newsletters/6947626073903792128/