“No todo es malo con respecto al sol, pero hay tomarlo con moderación y seguridad para evitar daños y enfermedades de la piel, entre ellas, el cáncer”, afirma el Dr. Sergio Specterman (MN 80550), integrante de la Sección Oncología Clínica del Hospital Italiano de Buenos Aires.
“En relación con la piel, el sol colabora con la fabricación de vitamina D, pero además, mejora el funcionamiento del sistema inmunológico, y contribuye en el estímulo de neurotransmisores cerebrales que controlan el estado de ánimo.”
“El sol que recibimos mientras paseamos por la calle es suficiente para que nuestro organismo sintetice la vitamina D.”
Las radiaciones ultravioleta y el cáncer
“En la radiación solar podemos distinguir entre la luz visible, radiación infrarroja y radiación ultravioleta”, dice Specterman.
“Los rayos infrarrojos causan deshidratación, insolación y golpe de calor; la luz visible es responsable del envejecimiento cutáneo; y las radiaciones ultravioleta lo son del cáncer cutáneo, del foto-envejecimiento y de las manchas en la piel.”
El melanoma representa la forma más grave de cáncer de piel. El oncólogo clínico pone un ejemplo: “En países como Australia, con altos índices de radiación solar y habitantes de piel blanca, el incremento de este tipo de cáncer en muy preocupante”.
El uso de protectores solares con factor superior a 15 reduce el riesgo de cáncer de piel en un 78%.
A la montaña, con protector solar
Es frecuente que al idear vacaciones en la montaña no se nos pase por la mente llevarnos el protector solar, sin tener en cuenta que los rayos solares pueden afectarnos en todos los lugares.
A medida que ascendemos en altura, van aumentando y multiplicándose los efectos de la radiación solar. Si además estamos en zonas nevadas, debemos saber que la nieve es un “espejo” que refleja los rayos ultravioleta cinco veces más que la arena de la playa
Teniendo en cuenta todo esto, podemos afirmar que es más peligroso el sol de montaña, que el de la playa o la piscina.
Cuidados en familia
Los bebés y niños pequeños son más vulnerables a las consecuencias de la exposición solar, por su mayor sensibilidad a los rayos ultravioletas. También hay que tener en cuenta el efecto acumulativo: la piel tiene memoria y conserva el recuerdo de todo daño sufrido. Las quemaduras en la infancia aportan un riesgo añadido de padecer cáncer de piel en la adultez.
“Toda la familia debería seguir las mismas recomendaciones con respecto al uso de las cremas protectoras y utilizar anteojos de sol, incluidos los chicos”, finaliza el Dr. Specterman.
Altas temperaturas y pacientes oncológicos
Los pacientes con cáncer son una población de riesgo ante las altas temperaturas. El hecho de estar haciendo tratamientos de quimioterapia, sumado a ocasionales diarreas o bajas de sus defensas por los tratamientos, los hacen más susceptibles a la deshidratación.
Para evitar complicaciones se recomiendan que extremen cuidados: estar en ambientes frescos y ventilados, usar ropa suelta y cómoda, no exponerse a rayos solares en horas pico, y -si no hay contraindicación médica- beber abundante líquidos.